22/04/10

Un consejo de mi Abuela (2009)

Hace algunos días tuve una mortificación con la familia. No entraré en detalles, basta decir que tomé una decisión que no le pareció al resto del clan. No discutimos en ese momento, pero los reclamos salieron algunos días después. En una comida, inició la discusión y fue subiendo de tono. Yo me sentí agredida por el reclamo, pues al fin y al cabo se trataba de una decisión que no le confería a nadie más que a mí, y ahí estaban todos opinando al respecto. Todos menos mi madre y mi Abuela. Sobre todo mi Abuela, callada, comía su comida en silencio, con tranquilidad, mientras discutíamos. Yo estaba al borde de las lágrimas, muy mortificada. La discusión terminó por fin. Salimos del restaurante y mi Abuela iba de mi brazo. "Quiero hablar contigo después", me dijo. Así que unos días después fui por ella y salimos a comer unos tacos, que le gustan mucho.

Mi mamá nos dejó solas un momento, y entonces le dije "¿Qué era lo que querías decirme, Abuela?". Entonces dijo, "Mira, el otro día te molestaste porque te dijeron esto y aquello. Estabas muy preocupada tratando de justificarte. Y ellos claro que te reclaman lo que piensan. Pero escucha esto bien, que no se te olvide, en la vida, siempre, primero estás tú, y luego los demás. Pero primero, siempre primero estás tú.".

Entiendo muy bien por qué me lo dijo. Y me parece un maravilloso consejo. Cuando se me olvida y pongo a los demás antes que yo, de nuevo cosecho insatisfacciones y conflictos. Pero tarde o temprano me acuerdo de sus sabias palabras y me libero de deseos absurdos de que los demás aprueben mis decisiones. Y no se me olvida su voz y su pequeño dedo señalándose a sí misma: "Primero estás tú". Gracias, Abuela.

19/03/10

La orquesta salamera (1944)


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uenta mi Abuela que, trabajando en la XEW, tenía que darle al Sr. Gálvez las poesías y lecturas que se leerían al aire, como parte del contenido cultural de la estación. Como la música era en vivo, la orquesta estaba en la cabina y ejecutaba las piezas que se le solicitaban, seguramente de música clásica o de la época. En una ocasión, cuenta mi Abuela, cuando pasó a darle al Sr. Gálvez las lecturas del día, la orquesta (bueno, todos los malandrines que formaban parte de ella), usaron sus instrumentos para tocar dos notas, dos notas equivalentes al "¡fiuuuu, fiuuuu!", como un silbido piropezco. Mi Abuela se puso tan furiosa por esta falta de respeto descarada, que se retiró con lecturas en mano y todo, y no hubo qué leer para el Sr. Gálvez. Más tarde, toda la orquesta tuvo que pedirle perdón en persona, y me cuenta que el director y músicos se mostraron muy apenados y le pidieron una disculpa cara a cara.

Esta anécdota me hacer pensar en el México del momento, en que piropear a una mujer era parte del cine, del teatro, de los anuncios, etc. Las mujeres usaban faldas abajo de la rodilla, medias de costura y tacones, su cadera quedaba bien delineada por sus vestidos, era una figura agradable y se veían hermosas. A los hombres debieron volverles locos las curvas y el coqueto caminar de estas mujeres, que, sin enseñar piel, eran muy sensuales. Sin embargo, también era impropio faltarle al respeto a una mujer, tanto, que ésta podía indignarse profundamente, y ellos responderían con educación y cortesía, pidiendo una disculpa honesta. Nada de esto se ve hoy en día.

Enriqueta (1938-1944)


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efinitivamente, una de las personas que más trascendió en la vida de mi Abuela fue su amiga Enriqueta, que conoció mientras estuvo internada en el Instituto Rafael Dondé, durante secundaria y preparatoria (incluída la preparación técnica de Asistente Administrativa, que ejercería más tarde). Enriqueta era -por lo que cuenta mi Abuela- una niña muy extrovertida e histriónica, le gustaba hacer cosas exageradas y divertidas. Mi Abuela, con su personalidad tímida e inoscente de ese entonces, disfrutaba con las ocurrencias de su amiga. Me cuenta varias anécdotas de su escuela, y en muchas Enriqueta es la protagonista:

"Había un panadero que llevaba pan a la escuela todas las mañanas. Llegaba en bicicleta y con la canasta de pan en la cabeza, muy grande. Se metía a la escuela con su bicicleta e iba a dejar el pan a la cocina. En una de esas, cuando el panadero dejó su bicicleta en el patio, Enriqueta se subió en la bicicleta y se fue a la alberca, se subió al trampolín y, así, con uniforme y todo, se aventó al agua con todo y bicicleta. ¡Hazme el favor!"

Yo no puedo más que reírme con fuerza de imaginar tal escena.