19/10/17
No sabo nada (circa 1949)
Contaba mi abuela que cuando mi mamá era chiquita, era "muy simpática" y "hacía muchas gracias", y cuando la iban a visitar algunas amigas, mi abuela le pedía a mi mamá que hiciera despliegue de sus talentos. Con poquitos años de edad, estaba la pequeña cerca de dónde compartían las visitas, y se le solicitó un par de canciones. En ese tiempo le decían Bolita de cariño. "Ándale Bolita, canta La Patita". La niña, cerrada, respondía brevemente: "no sabo". "Ándale Bolita, canta El Trenecito", y de nuevo como respuesta "no sabo". Y cuando intentaban por tercera vez insistir en que cantara algo, antes de que formularan la solicitud completa, la pequeña se adelantó a declarar contundentemente: "NO SABO NADA".
La primera hija (1947)
Contaba mi abuela que cuando se quedó embarazada de mi mamá, por allá por 1946, para anunciarle que estaba en cinta, el médico le dijo: "Dígale al ingeniero que se ponga a tejer". El ingeniero era mi abuelo, y dudo mucho que supiera tejer, pero me da mucha ternura la expresión del doctor. De forma muy refrescante para la cultura mexicana de la época y actual, se percibe un humor ligero e igualitario para los padres de ambos sexos, que lo serían por primera vez. Mi mamá, María Teresa, nació en junio de 1947.
22/04/10
Un consejo de mi Abuela (2009)
Hace algunos días tuve una mortificación con la familia. No entraré en detalles, basta decir que tomé una decisión que no le pareció al resto del clan. No discutimos en ese momento, pero los reclamos salieron algunos días después. En una comida, inició la discusión y fue subiendo de tono. Yo me sentí agredida por el reclamo, pues al fin y al cabo se trataba de una decisión que no le confería a nadie más que a mí, y ahí estaban todos opinando al respecto. Todos menos mi madre y mi Abuela. Sobre todo mi Abuela, callada, comía su comida en silencio, con tranquilidad, mientras discutíamos. Yo estaba al borde de las lágrimas, muy mortificada. La discusión terminó por fin. Salimos del restaurante y mi Abuela iba de mi brazo. "Quiero hablar contigo después", me dijo. Así que unos días después fui por ella y salimos a comer unos tacos, que le gustan mucho.
Mi mamá nos dejó solas un momento, y entonces le dije "¿Qué era lo que querías decirme, Abuela?". Entonces dijo, "Mira, el otro día te molestaste porque te dijeron esto y aquello. Estabas muy preocupada tratando de justificarte. Y ellos claro que te reclaman lo que piensan. Pero escucha esto bien, que no se te olvide, en la vida, siempre, primero estás tú, y luego los demás. Pero primero, siempre primero estás tú.".
Entiendo muy bien por qué me lo dijo. Y me parece un maravilloso consejo. Cuando se me olvida y pongo a los demás antes que yo, de nuevo cosecho insatisfacciones y conflictos. Pero tarde o temprano me acuerdo de sus sabias palabras y me libero de deseos absurdos de que los demás aprueben mis decisiones. Y no se me olvida su voz y su pequeño dedo señalándose a sí misma: "Primero estás tú". Gracias, Abuela.
19/03/10
La orquesta salamera (1944)
Cuenta mi Abuela que, trabajando en la XEW, tenía que darle al Sr. Gálvez las poesías y lecturas que se leerían al aire, como parte del contenido cultural de la estación. Como la música era en vivo, la orquesta estaba en la cabina y ejecutaba las piezas que se le solicitaban, seguramente de música clásica o de la época. En una ocasión, cuenta mi Abuela, cuando pasó a darle al Sr. Gálvez las lecturas del día, la orquesta (bueno, todos los malandrines que formaban parte de ella), usaron sus instrumentos para tocar dos notas, dos notas equivalentes al "¡fiuuuu, fiuuuu!", como un silbido piropezco. Mi Abuela se puso tan furiosa por esta falta de respeto descarada, que se retiró con lecturas en mano y todo, y no hubo qué leer para el Sr. Gálvez. Más tarde, toda la orquesta tuvo que pedirle perdón en persona, y me cuenta que el director y músicos se mostraron muy apenados y le pidieron una disculpa cara a cara.
Esta anécdota me hacer pensar en el México del momento, en que piropear a una mujer era parte del cine, del teatro, de los anuncios, etc. Las mujeres usaban faldas abajo de la rodilla, medias de costura y tacones, su cadera quedaba bien delineada por sus vestidos, era una figura agradable y se veían hermosas. A los hombres debieron volverles locos las curvas y el coqueto caminar de estas mujeres, que, sin enseñar piel, eran muy sensuales. Sin embargo, también era impropio faltarle al respeto a una mujer, tanto, que ésta podía indignarse profundamente, y ellos responderían con educación y cortesía, pidiendo una disculpa honesta. Nada de esto se ve hoy en día.
Enriqueta (1938-1944)
Definitivamente, una de las personas que más trascendió en la vida de mi Abuela fue su amiga Enriqueta, que conoció mientras estuvo internada en el Instituto Rafael Dondé, durante secundaria y preparatoria (incluída la preparación técnica de Asistente Administrativa, que ejercería más tarde). Enriqueta era -por lo que cuenta mi Abuela- una niña muy extrovertida e histriónica, le gustaba hacer cosas exageradas y divertidas. Mi Abuela, con su personalidad tímida e inoscente de ese entonces, disfrutaba con las ocurrencias de su amiga. Me cuenta varias anécdotas de su escuela, y en muchas Enriqueta es la protagonista:
"Había un panadero que llevaba pan a la escuela todas las mañanas. Llegaba en bicicleta y con la canasta de pan en la cabeza, muy grande. Se metía a la escuela con su bicicleta e iba a dejar el pan a la cocina. En una de esas, cuando el panadero dejó su bicicleta en el patio, Enriqueta se subió en la bicicleta y se fue a la alberca, se subió al trampolín y, así, con uniforme y todo, se aventó al agua con todo y bicicleta. ¡Hazme el favor!"
Yo no puedo más que reírme con fuerza de imaginar tal escena.
24/12/09
¡Adiós, guapo! (1946)
Mi Abuela tenía una comadre que se llamaba Magdalena. Cuenta que "la madrina Magdalena" (mi Abuela tiene este hábito de llamar a todos en función de los hijos o los nietos) era "muy loca" y tuvo muchos galanes "muy pesudos", como su marido, que, creo, fue un funcionario de alto nivel de Petróleos Mexicanos (PEMEX). Total que la madrina Magdalena fue amiga de mi Abuela desde muy jóvenes y en una ocasión, ambas estaban paseando en la calle. Pasó un hombre en su auto y mi Abuela, sin titubear, le lanzó estas palabras: ¡adiós, guapo! Magdalena se quedó estupefacta ante tal atrevimiento. "¿Pero estás loca?", la increpó. "¡Tú eres casada!, ¿qué le andas gritando a los hombres en la calle?, eso es de una cualquiera, eso está muy mal.". Mi Abuela, justificándose, le respondió: "¿Pero qué tiene?, pues estaba guapo. No le hace que sea casada.". Se encaminaron entonces a la casa de mi Abuela. Al llegar, mi Abuela le dijo a Magdalena, "mira Magdalena, te presento a mi marido Alberto", y la sorpresa fue de Magdalena al ver que el hombre guapo que conducía el auto era nada menos que el marido de su amiga.
23/12/09
13 años sin bebés (1947-1960)
Cuando mi Abuela se embarazó de mi mamá, estaba muy contenta y emocionada. Fue una madre nata, trataba a su niña más como una muñeca que como una hija. La llamó con el mismo nombre, Maria Teresa, pero de cariño le dijo "Bolita" cuando era niña y más tarde "La Nena" (sobrenombre que conserva mi Abuela cuando se dirige a mi madre).
Sin embargo, después de nacer mi mamá, mi Abuela trató de embarazarse durante 13 años, sin éxito. Perdió muchos bebés, pero no cuenta esta época con dolor o tristeza, sino con su característica ligereza infantil y algo de inocencia. Muchos médicos le dijeron que jamás se embarazaría, y que había deficiencias fisiológicas irremediables, que impedían que los embarazos se concretaran con éxito. Sin embargo, ella seguía pensando que podía lograrlo.
Un día, sospechando que estaba embarazada, acudió al médico. Éste, después de examinarla detenidamente, le ordenó firmemente: "Se va usted a su casa y no se levanta de la cama por los próximos 6 meses". Y así lo hizo. El 14 de noviembre de 1960 nació una niña rubia y larga como mi abuelo, a la que llamaron Rossana. Mi tía Rossana.
La doctora (1934)
Los abuelos de mi Abuela tenían una especie de anexo en su casa que rentaban a un médico, hijo de un amigo de la familia. El doctor daba consulta en las tardes, y a veces dejaba que mi Abuela -una niña de 11 años- le "ayudara" con sus pacientes. A tal grado llegaba la simpatía por la niña, que en ocasiones le permitió, después de prepara la solución y la jeringa, inyectar a otros niños que llegaban al consultorio y sufrían por los piquetes. Mientras mi Abuela ayudaba al doctor, éste le solicitaba que usara una bata blanca y el cabello recogido, como una formal médico que realiza cabalmente su oficio.
En alguna ocasión, cuenta mi Abuela, una niña asistió a consulta acompañada de su madre. La niña debía ser vacunada, por lo que el médico preparó la inyección y se disponía a aplicarla a la niña, cuando ésta, con desesperación, solicitó: "¡Pero yo quiero que me inyecte la doctora!". Se refería a la pequeña ayudante del médico, la cual, solícitamente, se dispuso a aplicar la inyección con toda la formalidad del caso.
22/12/09
Día de la boda (1944)
Mi Abuela no recuerda la fecha exacta en que se casó. Lo investigaré.
Pasada la investigación, me comenta mi madre que mis abuelos se casaron el 6 de abril de 1946, cuando mi abuela tenía 23 años. Mi madre nació el 3 de junio de 1947, y fue hija única por 13 años, hasta que nació mi tía, el 14 de noviembre de 1960.
De ese día, mi Abuela me cuenta que nadie iba por ella a su casa, que tuvo que ir mi abuelo para llevarla a la iglesia, que no recuerda quién estaba invitado, que era algún día de la semana, no fin de semana, y que al salir de la boda mi abuelo fue a comprar algunos refrigerios para los invitados que habían aparecido, pues no habían planeado hacer ningún brindis ni festejo, y todavía se muestra sorprendida de que hubiera ido gente a su boda.
Fotos en la calle (1948)
En el álbum de fotos de mi Abuela hay tres o cuatro fotos de ella caminando por la calle. En dos de ellas sale del brazo de una muchacha (quién portaba unos lentes tipo gatúbela, muy de los 50s, y era de baja estatura y pelirroja). El peinado de ambas es de pelo suelto, en grandes ondas que rodean sus caras. Un copete considerable el de la muchacha, y el de mi Abuela es más bien fleco. Cuando le pregunto por estas fotos, me dice, "¡ah, son de las que te tomaban en la calle!". Claro que yo no sé de qué se trata esto. Me explica. Antes uno iba caminando por la calle, por ejemplo, por 16 de Septiembre y de pronto te tomaban una foto. Tú no te dabas cuenta de que te la tomaban. Y luego, un poco más adelante, te entregaban un papelito y te decían que te habían tomado una foto y que si querías, podías ir a verla a tal dirección. Tú ibas y primero la veías en chiquito, a través de una cajita (un negativo, me supongo), y si te gustaba, te la hacían grande y la pagabas.
Toda la anécdota me parece maravillosa. Habla de otro momento de México y de otra mentalidad de las personas, así como un mercado de bienes y servicios diferentes al de ahora. Pero al mirar las fotos, mi impresión es definitivamente mayor, pues el caminar de mi Abuela por la calle, su porte, su estatura, su vestido y tacones, sus cejas duras y bien delineadas, me hablan de una muchacha tímida e insegura dentro de un portentoso cuerpo y seductor rostro. Y más allá, hablan del paso de tiempo, del paso de la juventud, y del paso de la vida.
14/12/09
La poesía que gusta a mi Abuela
Mi Abuela gusta de la poesía clásica, extremadamente cursi y romántica, pero también sólida y punzante. Cuando la leemos juntas, todavía se le llenan los ojos de lágrimas. En el fondo sigue siendo la muchacha enamorada de mi abuelo. Aquí dos ejemplos de la poesía que leemos:
Metamorfosis
Luis G. Urbina
Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en la agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.
Ojos verdes
Salvador Díaz Mirón
Ojos que nunca me veis,
por recelo o por decoro,
ojos de esmeralda y oro,
fuerza es que me contempléis;
quiero que me consoléis
hermosos ojos que adoro;
¡estoy triste y os imploro
puesta en tierra la rodilla!
¡Piedad para el que se humilla,
ojos de esmeralda y oro!
Ojos en que reverbera
la estrella crepuscular,
ojos verdes como el mar,
como el mar por la ribera,
ojos de lumbre hechicera
que ignoráis lo que es llorar,
¡glorificad mi penar!
¡No me desoléis así!
¡Tened compasión de mí!
¡Ojos verdes como el mar!
Ojos cuyo amor anhelo
porque alegra cuanto alcanza,
ojos color de esperanza,
con lejanías de cielo:
ojos que a través del velo
radian bienaventuranza,
mi alma a vosotros se lanza
en alas de la embriaguez,
miradme una sola vez,
ojos color de esperanza.
Cese ya vuestro desvío,
ojos que me dais congojas;
ojos con aspecto de hojas
empapadas de rocío.
Húmedo esplendor de río
que por esquivo me enojas.
Luz que la del sol sonrojas
y cuyos toques son besos,
derrámate en mí por esos
ojos con aspecto de hojas.
En la XEW (1942)
Mi Abuela trabajó en la XEW, una antigua estación de radio que transmitía música tradicional mexicana, como boleros, música clásica, y cosas por el estilo. Su puesto era ser secretaria del director, el Bachiller Gálvez, como le conocían.
Por lo visto era muy guapa, y muchos hombres se le lanzaban. Entre los que me cuenta, dice que Tin Tán le pasaba paletas de dulce por la ventanita de su despacho antes de irse y ella las tomaba y se reía.
Dice también que en una ocasión, el Señor Gálvez no pudo llegar en el momento de recitar la "poesía de la tarde" a la radio en vivo, y ella tuvo que hacerlo en persona.
Otra anécdota cuenta que, estando en las oficinas, un hombre le gritaba desde el piso de abajo, "¡Señorita Gálvez, señorita Gálvez!", buscando llamar su atención, y burlándose un poco de ella también. Por fin el hombre atinó a gritar "¡Señorita Secretaria del Señor Gálvez!", haciéndose el chistoso aún más. Mi Abuela, después de escucharlo un buen rato, se sintió tan molesta que se asomó al piso de abajo a través del mezzanine y a todo pulmón, frente a otros ejecutivos y secretarias, gritó "¡Mi nombre es Maria Teresa Carlos Miranda!!!", a lo que el hombre guardó silencio, apenado, y no la molestó más.
Primera cena de Navidad con el novio (1945)
Mi Abuela y abuelo se conocieron en verano, mientras mi Abuela paseaba en Acapulco. Ese diciembre, antes de las fiestas navideñas, mi abuelo pasó a casa de mi Abuela para decir que no podría pasar con ella la Navidad, pues "se iba a Cuernavaca con unas amigas". Estela, la hermana de mi Abuela con quién vivía en ese entonces, le pasó el recado. Mi Abuela, de carácter fuerte como era (es), no hizo mayor caso de comentario, me cuenta hoy en día que pensó "que haga lo que quiera", y ni coraje hizo. Total, llegó la noche de Navidad y mi Abuela se preparaba para la cena. Para rizarse el cabello, usó un trapito, un pedacito de kleenex y un pasador (los llamados "cohetitos"). Estaba con toda la cabeza llena de tan elaborados artefactos, cuando su otra hermana, Celeste, le dijo, "mira por la ventana, ahí viene Alberto". Mi Abuela, incrédula, le dijo "ay, sí, tú", y se fue a la puerta para ver en persona si tal mentira era desmentida. Al abrir la puerta de jalón, se topó inmediatamente con mi Abuelo, que en traje impecable y sombrero, llegaba de sorpresa para Navidad. ¿Y qué hiciste??, le pregunto con curiosidad y sorpresa. "Salí corriendo a quitarme los cohetitos de la cabeza, ni lo saludé ni nada, me metí gritando", me dice mi Abuela.
Más tarde, al sentarse a cenar, llegaron 4 parientes de Jorge, un cuñado de mi Abuela. Llegaron en la tarde y -sin haber sido invitados a cenar- se quedaron a la cena de Navidad. Como no estaba contemplado que se quedaran, la familia tuvo que acomodarse entre el comedor y la cocina, y la cena apenas alcanzó. Mi Abuela cierra la anécdota diciéndome: "lo bueno fue que Estela le guardó una pierna a tu abuelo, si no, ¡imagínate!". Obviamente, se refiere a una pierna del pavo ;) .
11/12/09
Los padres de mi Abuela (1923)
Mi Abuela nació el 24 de marzo de 1923, sin embargo, la registraron hasta el 24 de abril del mismo año, por lo que muchos años festejó su cumpleaños en abril y hasta hace algunos años, lo empezó a festejar en marzo.
Cuando nació, su madre murió de complicaciones del parto. Se llamaba Celeste y ya era madre de otros 3 ó 4 hijos (Celeste, Luis, Estela, y Antonio). Entonces a mi Abuela la dejaron con sus abuelos maternos, que la criaron como sus padres. Mi bisabuela se llamaba Ferniza y mi bisabuelo no recuerdo. Mi Abuela guarda un grato y amoroso recuerdo de sus abuelos, siempre les llamó "abuelita" y "papá grande", y cuando la iba a visitar su verdadero padre a casa de sus abuelos, mi abuela se escondía bajo la cama, pues no quería verlo, le tenía miedo. Más tarde, cuando tuvo que saludarlo durante las visitas, le llamó siempre "señor".
Cuando se conocieron (1945)
Mi Abuela conoció a mi abuelo en Acapulco. Ella iba con unas tías y primas, y había pedido vacaciones en el trabajo. En ese entonces se hacían unas 10 u 11 horas por carretera desde la Ciudad de México hasta Acapulco, se fueron en autobús. Se conocieron en la playa. Mi abuela llevaba una cámara fotográfica que le había regalado otro hombre que la pretendía, Mario del Río, un acaudalado de Uruapan, Mich., y que pensaba ofrecerle matrimonio cuando ella regresara de sus cortas vacaciones en Acapulco. Mi Abuela tomó el regalo y se fue de viaje con sus primas y tías. Cuenta que se metió al autobús por la ventana, y que llevaba unos shorts cortos y una blusita al ombligo. La imagino como una mujer joven muy, muy inocente.
Mi abuelo iba con un amigo caminando por la playa, Fernando "Toulette". Cuando vio a mi Abuela, mi abuelo pensó "con esa chica me caso en un año". Se acercó a ella y le dijo "Señorita, ¿nos tomaría una foto?", pues mi Abuela llevaba su cámara. Ella respondió "claro que sí", y les tomó la foto. No entiendo por qué le tomó una foto a un extraño y a su amigo, pero por lo visto la novedad de las fotos hacía que tomar una foto a quién fuera era algo honeroso. Después, mi Abuelo usó la foto de excusa para seguir platicando con ella, y en su corto viaje a Acapulco, no se desprendió de ella más.
Luego mi abuelo nos contó que antes de hablar con ella por primera vez, estando sentado cerca de ella en la playa, la escuchó comentar con sus primas que se debían meter a nadar al mar. Mi Abuela había contestado a sus primas "yo no sé nadar en un agua tan grande", y mi Abuelo, sin que nadie le pidiera su opinión, le había dicho "si quiere, yo le enseño" (¡ándale!), pero que mi Abuela no lo había escuchado. A la fecha me recuerda este detalle de toda la anécdota. Pero bueno, como sigue.
Mi abuelo ofreció a mi Abuela regresar a la Ciudad de México juntos, llevando a las primas y tías en su Paccard. Mi Abuela accedió y regresaron juntos. Se detuvieron en Tres Marías, ya cerca de la Ciudad de México, y todos bajaron a estirar un poco las piernas. Mi Abuela estaba molesta por algo con el grupo (para variar), así que cuando éste le pidió que le tomara una foto a toda la concurrencia, mi Abuela fingió tomar la foto, pero en realidad sólo afocó a mi abuelo. Cuando salió la foto, sólo mi abuelo aparece en la imagen, a lo que mi Abuela se ríe la mitad por venganza y la mitad por empezar a enamorarse perdidamente del amor de su vida.
10/12/09
Tu abuelo se casó conmigo porque...
"Yo creo que tu abuelo se casó conmigo por todo lo que gastó (se ríe). Porque veo mi libretita donde apuntaba todo lo que hacía con tu abuelo, y dice, hoy fuimos al cine, hoy fuimos a cenar, hoy me compró fruta en San Jerónimo, de las huertas que había por ahí, ¿qué no sabías que ahí por Magdalena Contreras había huertas?, ah, pues había, y vendían fruta, y me compró un día que hemos de haber ido, no me acuerdo, y luego dice, hoy se compró dos pares de zapatos bien chulos, y me compró una bolsa, hoy me trajo chocolates... y así, diario tu abuelo algo hacía, que yo creo que se casó conmigo por todo lo que había gastado (se ríe)."
Anillo en la vía (1945)
En voz de mi Abuela:
"Vi en la libretita en que apuntaba todo lo que hacía con tu abuelo, vi que decía, "hoy fuimos por mi anillo", claro, el anillo de compromiso, ¿cuál otro?, pues fuimos y lo compramos, tenía unos brillantes azules, y tenía juego de aretes. Luego, después por algo tu abuelo me hizo enojar, no me acuerdo, pero me hizo enojar. Entonces, con mi secretaria, puse el anillo en un sobre... o en una cajita, o en un papel así cuadrado, y le dije, vas y se lo das, ¡pero no se te ocurra dejárselo con nadie!, se lo das personalmente. Y fue ella y se lo dejó, cuando le devolví el anillo. Luego cuando llegué a la casa, ya estaba él ahi, platicando con Jorge (cuñado de mi Abuela) y cuando llegué, tomó el anillo y lo puso sobre la vía del tren, y me dijo, "que pase el tren y que apachurre el anillo", y le dije, "¡no, no, quítalo de ahi!!!", y lo quitó (se ríe mucho). Y lo peor fue que se me olvidó devolverle también los aretes... ¡ese día los llevaba puestos!"
A ver changos a Chapultepec (1945)
Cuando mi Abuela y mi abuelo comenzaban a salir en plan de novios, mi Abuela se dio cuenta que ella trabajaba a pocas cuadras de donde mi abuelo tenía su taller mecánico. Hoy en día la zona es la Colonia Buenos Aires, cerca de la calle de Doctor Vértiz (hoy famosa por su alto índice de robo y venta de autopartes, pero no en ese entonces).
Mi abuelo, emocionado con la mujer (había declarado "con esa chica me caso en un año", cuando la vio por primera vez), le dijo en una melosa llamada telefónica: mañana estaré trabajando en el taller, pasa por enfrente para que te vea, pero yo no saldré porque no quiero que me veas de overol (prenda que usan los mecánicos para no ensuciar su camisa y pantalón de grasa).
A lo que mi Abuela sin dudarlo respondió: a ver a los changos a Chapultepec. Y colgó. No hablaron más.
Mi Abuela me cuenta: al día siguiente, claro que no pasé por ahi, ni que fuera a pensar que estaba yo loca, y cuando salí del trabajo, ahí estaba ya parado en la esquina de mi cuadra, todo trajeado, con sombrero, impecable... ¡y eso que no tenía tiempo!
El blog de mi Abuela
Mi Abuela se llama Maria Teresa. Tiene 87 años. Nació el 24 de marzo de 1923, en la Ciudad de México. Este es el blog donde vierto las anécdotas que me cuenta mi Abuela de su vida, que es una vida larga, rica, llena de detalles curiosos, y sobre todo, de esas vidas que ya no se viven hoy en día.
Mi Abuela usa palabras que ya no se escuchan frecuentemente, una de ellas es la palabra belís. Siempre que escucho que alguien dice "belís", me acuerdo irremediablemente de mi Abuela y de como ella, y su vocabulario, son de otra época, vivieron otro tipo de vida y pensaron otro tipo de cosas.
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